Para los modelos de predicción de pérdidas de suelo por
erosión hídrica, los bosques se reconocen como la protección más eficiente.
Esto se justifica dado que este ecosistema interpone a la
lluvia varios niveles de contención: árboles dominantes y codominantes,
suprimidos, sotobosque leñoso y herbáceo y horizontes de acumulación de
residuos sobre el suelo.
Tienen un componente muy variado en especies, con regeneración
natural y por lo tanto disetáneos.
Esta es la estructura de las selvas desarrolladas en
climas húmedos tropicales y subtropicales y de nuestros montes marginales, sobre
suelos con alta capacidad de almacenaje de agua.
En climas más fríos, los bosques naturales pierden
diversidad y la lluvia es interceptada por el alto dosel, herbáceas bajas y
acumulación de residuos. Corresponden a este tipo de bosque los de coníferas en
latitudes más boreales y australes y los de latifoliadas meridionales.
Son raras las forestaciones artificiales con estas
características de múltiples niveles, generalmente en parques privados. Presentan
esta condición, algunas áreas del Arboreto Lussich, Campamento Artigas, entre
otros.
Algunas de nuestras plantaciones longevas de pinos y
eucaliptus también se aproximan a esas características.
Son estas forestas las capaces de ejercer una fuerte
influencia en el régimen hídrico de las cuencas y de ser más o menos efectivas
en el control de la erosión, según sea su composición y manejo. Su explotación
puede sostener las virtudes protectoras del bosque, si es con corta selectiva,
siguiendo normas silviculturales básicas.
En muchos países los servicios forestales del Estado
ejercen una estricta regulación en el manejo del bosque, autorizando las
cortas, vigilando los riesgos de incendio e incluso la caza deportiva
(cinegética), como ha sido el caso de Checoeslovaquia.
Para evaluar el proceso protector debemos tener en cuenta
la intercepción de la lluvia, la forma como agua llega al suelo y las
características del mismo y del subsuelo.
Aquí hacemos una interpretación cualitativa de los
fenómenos, basados en nuestras observaciones y la bibliografía volcada en el
Boletín Técnico N°3 de la Dirección de Suelos. En términos cuantitativos, tenemos
conocimiento de trabajos de Di Landro-Bazzani en microcuencas paralelas y a
mayor escala del IMFIA con cierre de cuenca en Paso Manuel Díaz.
Con el avance territorial de la forestación y la
necesidad de conocer mejor el rol de eucaliptus y pinos, seguramente se irán generando
nuevos avances.
La intercepción depende de la composición, la estación
del año y la intensidad de la lluvia. Se ha observado 30-35% de retención en el
follaje de coníferas y alrededor de 15% en latifoliadas. Comparativamente,
15-17% en trigo y maíz y 35% en alfalfa.
Es mayor con plantas tolerantes que en heliófilas. Se ha
observado saturación a los 15 minutos con lluvias de 17.5 mm/hora.
El escurrimiento por el tallo depende de la inserción de
las ramas y la rugosidad de la corteza, habiéndose constatado 2-4% en coníferas
y 5-10% en latifoliadas.
El goteo permite que el agua que llega al suelo desde 9m
o más, tenga la misma energía erosiva que la de caída libre. Tiene importancia
en climas con brumas y en el caso de lloviznas.
La infiltración en el suelo es alta en los bosques y más
que duplica a los pastizales, debido a la porosidad de los horizontes orgánicos
superiores, sobre todo la macro del O1.
La percolación también es alta, debido a la actividad
biológica y las raíces. Hemos observado rotura de contactos líticos de basalto
por penetración radicular por Eucaliptus rostrata.
El escurrimiento superficial se reduce al aumentar la
infiltración, lo que minimiza las crecidas de los cursos de agua al prolongar
la llegada del agua a los mismos y obviamente protege el suelo de la erosión.
Residuo de hojas planas aumentan el escurrimiento, fenómeno observado en bosque
de hayas en Europa y con robles en Parador Tajes, donde un robledal aceleró el
inicio de una cárcava.
En USA el desmonte de un bosque aumentó 65% el desagüe de
una cuenca, valor que se redujo a 25% después de la regeneración.
Un hecho observable en nuestro país bajo rodales de
eucaliptus, es una mayor sequedad del suelo que bajo pasturas y cultivos, lo
que se constató en el perfil hídrico realizado por 2 años en
Canelones-Montevideo (Boletín Técnico N°8 de la Dirección de Suelos). Asimismo,
algunos ganaderos vieron reducidas sus aguadas en potreros forestados.
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A diferencia de las forestaciones antes consideradas, los
cultivos forestales como los de eucaliptus, donde se procede a la corta total
cada pocos años y los de pinos de turno corto, influyen sobre la erosión en
forma comparable a la de otros cultivos agrícolas.
Aquí el suelo laboreado, generalmente en forma profunda y
eliminando vegetación, queda expuesto, no hay estratos intermedios, por lo que
la escorrentía superficial puede ser peligrosa. Debido a esto, al igual que en
otros cultivos, se debe mantener las concavidades inalteradas, con su cobertura
vegetal natural.
En este sentido, es recomendable cuando la escorrentía es
más peligrosa, acondicionar las pendientes con terraceado, lo que además favorece
la acumulación de agua en el suelo.
En esas condicioness, la caminería, riesgosa sobre todo al momento de la cocecha, debe ser bien planificada con pendientes menores a 2%. Los cuidados deben prolongarse a las rutas locales extraprediales, amenudo amenazadas.
Las tierras de Arenas
y Arenosoles son consideradas en muchas ocasiones Reserva Natural, e interesa
mantenerlas inalteradas como Sistema de Dunas. En otros casos se justifica
prevenir la erosión eólica y tal como se comprobó en la urbanización de nuestra
costa marítima, la plantación primaria con Acacia trinervis y Pinus pinaster resultó
muy eficiente al presentar ambos buena generación natural. Hacia el este, con
afectación salina, acompañó el Tamarix pentandra. Siempre con apoyo de plantas
psamófilas nativas como el pasto dibujante (Panicum racemosum), redondita
(Hydrocotyle bonariensis), Dodonea, etc.
En el caso de costas acantiladas y cursos de agua con
régimen meándrico, con progresión de barrancos, son pocas las especies que
parecen ejercer una importante protección, como, por ejemplo, sarandíes
(Phyllantus y Cephalanthus) y mataojo Pouteria).
En las cárcavas costeras y continentales, por lo general
para su control y recuperación las pasturas es lo recomendable. Sin embargo, en
tierras arenosas como por ejemplo las de Migues y algunos bordes costeros, se
ve un aceptable resultado con pinos y eucaliptus, así como algún ejemplo con
espinillos en suelos del Raigón.
Publcado en Diario Primera Hora de San José el 5 de mayo del 2022
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Cercanos a un 1° de Mayo, a mi primer Compañero de Trabajo, hace ya casi 70 años,
Juan Poppola, migrante Checo, habitante del Cerro, albañil prolijo, metódico, paciente y docente.
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