Rumbo al sur,
van marchando los pinos, camión tras camión como hormigas, con destino al
gigantesco buque que cruzará el Atlántico y el Indico y en China se
transformarán en viviendas.
Propios del
hemisferio norte, aquí en el sur, como tantas especies, encontraron sitios más
productivos que en origen y con ello, atracción para inversores.
Una
oportunidad exportadora, dada la suspensión de los insignis de Nueva Zelandia,
que los chinos creen superior a nuestros pinos del sur de USA. Cuando los
conozcan mejor, podremos augurarnos un promisorio futuro.
En cada
buque los 35000m3 de rolos de más de 20 cm, significan alrededor de 100 há de cosecha que, en China se
transformarán en algo más de 8.000.000 de pies de madera aserrada.
Un negocio que pasa a ser rentable cuando sube el precio internacional de la madera de aserrío. El productor tiene los costos de rentabilidad de la tierra por 15-20 años, los de manejo de poda y raleo, el seguro y/o vigilancia, más la logística de apeo y traslado al puerto. Colaboran al flujo de fondos los raleos con destino al mercado nacional.
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Su presencia
revive mis experiencias con las pináceas.
Las
iniciales con el Marítimo (pinaster) llegado desde Las Landas y Portugal, rey de
medio siglo, asociado a las acacias, fijando dunas y propiciando el avance del turismo
hacia el este. A veces acompañado por el esmirriado halepensis pleno de
pequeñas piñas y el redondo piñonero (pinea), también con reminiscencias
mediterráneas, y los solitarios canariensis.
Esta resinosa,
tea nacional, fue dueña del encofrado que construyó pueblos y ciudades y el
fuego del asado obrero del mediodía. Sin manejo adecuado por falta de poda los
abundantes nudos restringían algo su uso.
Eran parte
de una silvicultura todavía imaginada con cultivos mixtos y disetáneos, de
cosecha selectiva. Lejos de los cultivos intensivos buscando productividad en lotes
homogéneos.
Hacia los 60
aparece el insignis (radiata) exitoso en Chile, mostrando mejores rendimientos.
Pronto fue perdiendo popularidad fruto de problemas sanitarios. Hoy día se ven
muy afectados, aunque resistentes a los vientos, tal vez debido a su origen en
el oceánico Monterrey.
Por esa
época ingresan los del sureste norteamericano, el Loblolly (elliotti) y el
Slash (taeda), con un gran trabajo de introducción por José Krall en Bañado de
Medina, iniciando una popularidad creciente, dada su buena adaptación.
También lo
hicieron los centroamericanos, desde las sufridas tierras mayas, el Patula de
Oaxaca y el Michoacana, más tropicales, con gran valor paisajístico, aunque con
escasa presencia fuera de ese uso.
En Bañado de
Medina inicié mis trabajos de culminación del grado de agronomía, en momentos
que estaba muy integrado lo forestal con la agropecuaria.
En ese
contexto, con la misión francesa de Georges Illy, tomé conocimiento de los
pasos a seguir para crear un huerto semillero de Marítimo, lo que significaba pasar
por la selección de árboles “plus“ y la clonación mediante injerto.
Hasta ese
momento la genética forestal se resumía a la selección y valoración de orígenes.
El proyecto se frustró con motivo de mi
ingreso a Suelos, dado que, en el CIAAB, a pesar de haber accedido a una
pasantía, no existía interés en lo forestal.
Este cambio
motivó que además de mi actividad básica en el mapeo de suelos, sumara el tema
de la relación suelo- árbol, dejando de lado el ofrecimiento de una beca para trabajar en el laboratorio de Duchaufur en Nancy. La Pedología nunca me atrajo.
En ese
marco, en lo que tiene que ver con los pinos, participé con el Profesor Luis de
León, en un informe para seleccionar la mejor localización para una planta
elaboradora de papel de rotativa, donde es necesaria la fibra larga de los
pinos.
Nuestra
recomendación fue para el noreste, coherente con la zonificación CIDE, con una
posible planta elaboradora en el río Negro. Esto chocó con lo planificado por
la Dirección Forestal para el litoral y el proyecto no prosperó, provocando
rispidez entre instituciones y personas, sólo despejado cuando se definieron
las Prioridades Forestales con Larrobla.
Recuerdo especialmente un rodal de patula en campos de Gamio en Cerro Largo, los elliottii asociados a agricultura atravesados por un tren a vapor, que recordaba las tierras de su origen, y los altísimos árboles en Artigas.
Mientras,
paralelamente a mis actividades de mapeo, fui relevando Índices de Sitio para
pinos, (altura a una edad determinada), que sirvieron mucho después para una
Tabla de Conversión de aptitud específica.
De esto
surgió mi confirmación de lo promisorio de taeda y elliottii, este último
tolerando suelos hidromórficos y que el Marítimo se restringía al sur, con
menor crecimiento y dañado por el Pissodes en los sitios mal drenados de las
dunas.
De la
revisión bibliográfica, surgía la necesidad de incorporar además de las ya
reconocidas micorrizas, una pequeña cantidad de fósforo (hiper o escorias), al
momento de plantar, en la hendidura de apriete a la planta de raíz desnuda.
Hoy día, en
mi convivencia con la forestación de la costa cufrense, observo al legendario
Marítimo en su lucha resiliente de vida y muerte, con cada vez menos árboles
gigantes de más de 50 años, castigados por el viento y una enorme regeneración natural que asegura
su presencia por siempre, jugando a la diversidad, sin clones ni manejo de genoma.
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