La capacidad de explorar el suelo por las plantas y el
espacio que disponen, son la clave para su supervivencia y la productividad de
los cultivos.
Las raíces se extienden de acuerdo a las características
del vegetal, condicionadas por la oportunidad de espacio que le brinda el suelo,
de acuerdo a sus cualidades físicas y químicas y las características climáticas.
El arraigo va desde milimétrico en musgos y líquenes,
hasta de decenas de metros en las selvas. Casos especiales son las epífitas,
nutriéndose apoyadas en otra planta, y las acuáticas.
Una limitante notoria son los contactos líticos, propio
de los Litosoles, donde las raíces solo pueden profundizar zigzagueando hasta
en ángulos rectos, por las fisuras de las rocas, generalmente basaltos y
sedimentos silicificados en nuestro país.
Es muy raro en rocas granitoides y metamórficas, hecho
que justifica el desarrollo forestal en suelos de estas litologías. En esos casos
suele efectuarse un subsolado que mejora las condiciones para un arraigamiento más
profundo.
El subsuelo arcilloso y compacto de algunos suelos
agrícolas suele ser limitante para plantas exigentes en oxigenación radicular. Puede
atenuarse con el subsolado, que resulta temporalmente efectivo realizado en
suelo seco. Con las lluvias vuelve a sellarse dejando una potencial trampa
asfixiante al sistema radicular.
En climas de latitudes extremas el permafrost condiciona
el desarrollo radicular.
Aquí son limitantes químicas la sodicidad, la salinidad y
la baja difusión de oxígeno, donde prosperan solamente los sistemas radiculares
de plantas halófitas e hidrófilas.
La fisiología a nivel de raíces se beneficia con
organismos simbióticos, viéndose favorecidas las bacterias en suelos neutros a
alcalinos y las micorrizas en los ácidos.
En árboles y arbustos el sistema radicular presenta
elementos más leñosos, pivotantes, los que más se profundizan asegurando
sostenibilidad.
Ante fuertes vientos la resistencia al vuelco es
específica.
Es interesante observar en nuestros Arenosoles y arenas,
como el pino marítimo (pinaster) sufre más vuelcos que el de Monterrey (insigne)
y los del sureste de USA (taeda y elliotti), lo que permite pensar en una
adaptación al clima mediterráneo y del Atlántico europeo, menos ventoso.
En cuanto a sostenibilidad, es curiosa la resistencia de
las palmeras a pesar de su relativo escaso volumen radicular respecto al porte,
con follaje adaptado a resistir fuertes vientos.
La respiración radicular al emitir CO2 propicia en los
suelos ricos en calcio la formación de carbonatos.
Consideramos que las raíces y la biota en general, marcan
con presencia y residuos, el límite entre el horizonte C del suelo y el
sustrato mineral geológico.
Ese espacio de exploración es fundamental para determinar
la capacidad del suelo para almacenar agua y así poder calcular el balance
hídrico y la resistencia a las sequías.
En nuestro país, la información de suelos a nivel 100.000, visivilizada a través del CONEAT, permite determinar los riesgos de sequía y el potencial almacenaje de agua del suelo, clave, para determinar políticas de mitigación de daños.
Propuesto a Diario Primera Hora de San José 16 de agosto 2022
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