Con octubre, las señales del inicio de una “salvaje primavera” se va haciendo evidente, principalmente en la “mata ciliar,” al abrigo de la duna que encierra al humedal.
Allí brota una gran variedad de leñosas, ente otras, sombra
de toro, congorosa, pitanga, mirtáceas varias, sauce, tala, mataojo, sarandíes,
tembetari y ceibos amenazando florecer.
En contraposición, el frente marino golpeado por el
oleaje es fantasmal, con los restos retorcidos de los árboles desarraigados.
Esos ceibos ya no son nido de las aves de rapiña, que se mudaron al área
protegida y más al oeste a los eucaliptales y pinares.
En las dunas altas florece el espinillo y las Dodonea,
Se percibe un enlentecimiento de la erosión costera, tal
vez llegando a un equilibrio inestable, generando una playa más ancha de arenas
finas, que siguen en parte ocultando la negra turba en la que van resurgiendo
los pajonales.
En el balneario y en el Campamento Artigas se ha
incrementado la duna litoral en la que crecen espontáneamente pinos marítimos,
alejando el proceso erosivo.
Los bancos de arena parecen alejarse, haciéndose más
notorios hacia el oeste.
Una pareja de cisnes de cuello blanco se hizo presente y
en la arena una llamativa punta de flecha de sílice ámbar, bien pulida en uno
de sus flancos con presencia de una fractura concoidal. Seguramente orgullo del
orfebre que la talló y lamentó su pérdida, tras un tiro fallido, o en la carne
de un capincho herido.
En una región sin calcedonia en las rocas, habra venido con cazadores del norte?
Comentarios
Publicar un comentario