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NUESTRA INCIPIENTE DESERTIFICACIÓN


La Convención de Lucha Contra la Desertificación y la Sequía, entiende como desertificación a la “degradación de las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, resultante de factores como las variaciones climáticas y las actividades humanas.” “Es un fenómeno integral que tiene su origen en la interacción de factores físicos, biológicos, políticos, sociales, culturales y económicos.

En nuestro país se inicia incipientemente con la degradación del suelo y su cobertura biológica, provocada por la erosión hídrica, el uso abusivo de la tierra y raramente por causa eólica.






Nuestros suelos más profundos, con potencial para la agricultura, presentan una capa superficial (horizonte A), el nivel más propicio en agua y aire para las raíces. Naturalmente tenía un espesor de 30-60cm, que se hacía mayor en áreas de acumulación.

En suelos desprotegidos de cobertura vegetal, natural o sembrada, la erosión hídrica fue reduciendo este horizonte en forma laminar o en canalículos y más dramáticamente en forma masiva en las concavidades, formando cárcavas.

En tiempos del laboreo mecánico con mancera y disco, las pérdidas se fueran disimulando por la acción de la rastra, conformando una capa “arable” de unos 20cm, que incluye parte de la capa inferior ocasionando suela de arado por compactación.

Hasta este punto podemos hablar de degradación, con disminución de fertilidad y pérdida de oportunidades para llevar adelante algunos cultivos en forma rentable.

Al agravarse la pérdida, este horizonte se pierde y las plantas deben arraigar en el subsuelo arcilloso, difícil de laborear, orgánico, fértil y acumulador de agua, aunque más difícil de ocupar por las raíces, siendo muchas veces asfixiante.

En esta etapa, ya con un proceso de desertificación incipiente, se reduce la libertad de elegir cultivos, se degrada el campo e invaden malezas invasoras oportunistas como la carquejilla (Baccharis) y el  pasto bermuda (Cynodon).

Con la pérdida total del suelo orgánico (solum), son pocas las plantas que pueden desarrollarse en el sustrato inferior, que puede ser pedregoso, gravilloso y en el mejor de los casos, como es común en el sur, arcilloso y calcáreo.

Esto se observa en las cárcavas (zanjas), con escasísima o nula vegetación, lo que ya representa una desertificación de área reducida, que condiciona el uso de la tierra en su entorno.

Es un área donde se dificulta la recuperación del tapiz vegetal y su fauna, el suelo desnudo provoca extremos térmicos amplios (característico del desierto) y el relieve alterado es difícil de normalizar.


Estos procesos si bien se iniciaron con los colonos, principalmente españoles e italianos a fines del siglo XIX, se incrementó con el avance de la agricultura fundamentalmente minifundista fomentada el batllismo a lo largo de la primea mitad de Siglo XX.

Se presenta en todo el país, desencadenándose cuando coincidieron relieve de riesgo y agricultura chacarera, generalmente de cultivos carpidos (papa, boniato, maíz, etc.).

Se hace muy notorio en una franja que sigue las rutas 11 y 12 en norte y este de Canelones, sur de Florida(Mendoza-Fray Marcos- La Escobilla- Casupá) y sureste de Lavalleja haciéndose más grave cuando el relieve es más enérgico, como por ejemplo en San jacinto donde además se suma sodicidad del suelo.

 También en otras zonas como en el área de Chapicuy, Colonia al sur de Cardona, Durazno, Treinta y Tres y el área San Carlos-Rocha.
Existe una relación con las viejas Colonias de INC o de inmigrantes, cuando ocupan tierras frágiles, tales como, entre otras, Colonia Sánchez en Florida y nuestra Colonia América.

En tierras del INC hubo un cambio a partir del fraccionamiento de la Colonia Treinta y Tres Orientales en Florida, fundamentado en la propuesta conservacionista de los Ing. Agr. Claude Galland y Luis de León.

En San José se hace más notoria la degradación en parajes como González, Cerro, Chamizo-Mundo Azul, Escudero y Soler-Ecilda.

Este fenómeno se hizo gravísimo en Migues y su entorno, siguiendo las rutas 81 y 108, cuando a estos factores se agregaron tierras fértiles, aunque arenosas, con relieve de colinas, que atrajeron el cultivo monopólico de remolacha azucarera por Rausa.

En los 60, se pensó en reasentar ese cultivo para suelos más seguros, como los de Libertad y se inició la construcción de una procesadora en Paso Valdés que nunca prosperó, al igual que el cultivo, que se trasladó a Paysandú.

En algunos casos, el sobrepastoreo, sobre todo con ovinos, tendió en el pasado a favorecer incipientes procesos de desertificación en algunas partes del país.

Las dunas costeras en algún momento estuvieron cubiertas de vegetación, condición que se perdió por acción eólica propiciada probablemente por fuegos ancestrales.

En la segunda mitad del siglo pasado, la situación evolucionó hacia un enlentecimiento de la degradación del suelo, debida entre otros factores al incremento de prácticas como la praderización artificial y su rotación con los cultivos, el ensilaje, la búsqueda del laboreo a nivel y fundamentalmente en un cambio en el manejo de las tierras, debido a la desaparición paulatina de los minifundios, con la lamentable migración de agricultores a la ciudad.

Esto con un cambio de la horticultura tradicional a la lechería (quesería comúnmente) y al pastoreo de cría, posible con un rediseño de las parcelas.

También la ciencia de la conservación de suelos evolucionó desde medidas correctivas y mecánicas hasta la comprensión de los fenómenos y las consecuentes predicciones, con apoyo de un marco legal puesto en práctica tímidamente.

En el contexto efímero de las "nuevas normalidades", podemos afirmar que estas áreas tienen posibilidades de reincorporarse al uso productivo rentable, en la medida que tengan apoyo nacional y departamental con estímulos a la normalización del terreno, tajamares y recomposición de la cobertura vegetal.

Existen plantas autóctonas como la “babosita” (Adesmia), e introducidas como algunos Lotus y el raigrás que pueden ir recuperando estas tierras para el pastoreo.

Los herbicidas si bien eliminaron las frecuentes carpidas y algo la remosión mecánica del suelo, jugaron contra la biología del suelo y su cobertura, favoreciendo la degradación.

La forestación se desarrolló en zonas como Migues, donde los subsuelos arenosos favorecieron la implantación. En San José y Colonia es remota la posibilidad de proyectos forestales en estas tierras, debido a que las empresas no admiten baja productividad ni predios pequeños. Eso queda para gente incorporada a su tierra.


Muchos de nuestros agricultores adoptan prácticas conservacionistas para su tierra y entre ellos están los que cultivan con bueyes y caballos y los que como en algún caso que he observado al oeste de Soler, luchando por producir donde ya no hay suelo.

Se puede profundizar en documento del 24/6/19
Plan Nacional contra Desertificacion y Sequía: ver Doc 5/6/17
EMail: juancasganga@gmail.com.uy
Publicado en Primera Hora el 29 de julio del 2020

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