Cuando desaparecen los riesgos, es el momento para ir planificando la
estrategia a desarrollar para cuando reaparezcan.
Con las lluvias, la fresca otoñal y la baja de las actividades al aire
libre, los incendios forestales pasan a ser solo estadística. Ya pasaron los
días de viento seco y alta temperatura, abriendo piñas que en su crujir anuncian
peligro.
En nuestro país todos sabemos que la causal son las imprudencias
humanas: puchos, fogones, cables electrificados, intencionalidad.
Nuestro clima no es desértico, lo que activaría esos eventos
naturalmente, como sucede en Australia, dónde el ecosistema los necesita para
que se regeneren las especies pirogénicas, como eucaliptus y acacias.
En nuestro país son precisamente estas especies y el resinoso pino
marítimo, las que se utilizaron para fijar las dunas, por lo que ocuparon todo el
litoral marítimo, áreas donde los incendios forestales son más frecuentes, ya
que dejan alto volumen de residuos leñosos y pinocha, muy combustibles.
La urbanización aumentó los riesgos y solo en pocos casos el manejo
prolijo de las arboledas, a veces con césped, los minimizó al mantenerlas
libres de residuos secos.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, los baldíos sin mantenimiento
por parte de sus propietarios y la acción omisa de las intendencias, activa los
riesgos.
En muchas localidades, tal como viene sucediendo en nuestro lugar de la
costa platense, la sustitución de esas especies peligrosas por latifoliadas e
indígenas, ha atenuado los riesgos.
Esto ha sucedido con la ayuda de
los vientos que han raleado pinos y eucaliptus, dándole una oportunidad a
árboles más amigables por su sombra, foliación y abrigo a los pájaros, además
de bajo residuo leñoso. En ocasión de incendiarse una casa el fuego no se
propagó a los pinos del vecindario ya que la misma estaba rodeada de frondosa
vegetación nativa.
Este tipo de especies frondosas, pueden ser más beneficiosas que los
cortafuegos tradicionales, que suelen ser corredores de viento, avivadores del
incendio.
Recuerdo comentarios que el colega y amigo Luis Arca me hizo con motivo
de su actuación en los graves y recordados incendios en FANAPEL, donde inmerso en
el interior del evento, observó como el fuego se activaba en las áreas más
abiertas, sin respetar cortafuegos e incluso con la fauna del monte dispersando
el incendio antes de morir incinerada.
El tratamiento del tema en el Departamento Forestal, con el eje de la
Prevención, Presupresión y Control, lo hicimos utilizando un excelente Manual
argentino de los 60 confeccionado por el Departamento de Prevención y Lucha
Contra Incendios Forestales del Instituto Forestal de la RENARE del país vecino.
En él se analizan todos los factores que influyen en la combinación
temperatura-oxígeno- combustible para desatar un incendio y las estrategias para
prevenir y controlar.
Los grandes emprendimientos forestales tienen o deberían tener, sólidas
medidas para la alerta temprana de incendio, en base a torres y lugares de
observación, además de mantener mínima presencia humana en el predio,
reservorios de agua en los valles, cortafuegos en las cimas y una logística
adecuada.
En los balnearios y centros poblados de riesgo, la lucha contra estos
eventos debería organizarse desde un destacamento policial, club social,
escuela o comercio, donde se mantengan disponibles las herramientas de control:
chicotes, mochilas, azadas, motosierras.
En estos sitios la alerta temprana la ejercen los vecinos, además del
control inmediato que es el efectivo. Los bomberos o la prefectura siempre
llegan después, a realizar la imprescindible tarea de enfriar lo quemado.
El proceder de los voluntarios debe estar bien pautado, por ejemplo, con
lentes y vestimenta que proteja totalmente el cuerpo.
La base para evitar estos eventos debe ser la PREVENCIÓN.
Esto pasa a ser de vida o muerte cuando con el invierno el riesgo se
traslada a otro escenario: las viviendas precarias, construidas con materiales
combustibles, donde la lucha contra el frío desata tragedias, en particular matando
niños.
Red eléctrica en mal estado, fuentes de calor improvisadas, materiales
de riesgo en techos y paredes, son una combinación letal ante la que no se ve hasta
ahora una acción combinada por parte del Ministerio de Vivienda, Intendencias y
UTE. Los Bomberos con escasos recursos hacen lo que pueden.
En mañanas de helada, en barrios y balnearios periféricos, se observa
electrificación desordenada y chimeneas humeantes, emergiendo desde viviendas precarias,
potencialmente combustibles.
Estamos convencidos que en nuestro país es imprescindible desarrollar
contundentemente la cultura de la Prevención, a
través de cursos continuos con suficiente carga horaria, a nivel de secundaria.
Deberían incluir no solo los riesgos de accidentes con el fuego y la electricidad,
sino los del tránsito, el agua, la salud y los laborales, abarcando la enorme
cantidad de soluciones prácticas, en situaciones reales.
No alcanza con folletería. Se necesita la labor continua y convincente de un profesor con experiencia y sentido común.
Así estar preparados para cuando las piñas crujan, o las papas quemen.
HACER CLIC PARA VER CARTILLA ARGENTINA
Comentarios
Publicar un comentario