El término Terroir se hizo popular en los últimos tiempos
en nuestra región, referido a las características y cualidades de un Sitio en
el que se desarrolla un viñedo y que le transmite al vino un sello particular,
que lo distingue.
Las empresas locales y mucho más las que llegan del
extranjero, tienen el Uruguay un amplio menú de Sitios, con todo tipo de suelo,
aunque con reducida amplitud climática.
La caracterización del Terroir y del producto esperado,
el vino, es más un trabajo artesanal donde intervienen enólogos y sommeliers,
con una menor participación de edafólogos, climatólogos, biólogos y geólogos,
que se limitan a la descripción de las características y cualidades del mismo.
Hemos observado mucha intuición empírica de parte de los
expertos, respecto a cómo afectarán al vino la mineralogía, el agua, la
fertilidad, la solana, los extremos térmicos y otros aspectos ambientales. Sin
embargo, son la geología y los microclimas los conceptos básicos que se manejan
para explicar las cualidades del Terroir.
Lejos estábamos de imaginar tal fenómeno, hace 40 años,
cuando el rubro parecía desaparecer del país.
En el siglo XIX, cuando se introdujeron las primeras
variedades de vid a efectos de promover la industria vitícola, las mismas se
fueron plantando en tierras cultivables, complementando la horti -fruticultura.
La vid introducida por Harriague en el alto Uruguay y
Vidiella en Canelones y Montevideo, seguramente ocuparon las mejores tierras.
Esa tendencia siguió ese rumbo de la mano de españoles, italianos y franceses
inmigrantes en el centro sur y litoral del país, particularmente en Canelones,
Montevideo, Florida, San José, Colonia, Paysandú y Salto.
Algunos de estos Terroir eran de tierras negras, pesadas,
con calcáreo, como en Juanicó, Rodríguez y Cañada Grande. Otras tierras eran
más livianas, más pobres en calcio, como en Progreso, Las Piedras, Pando y
Montevideo.
El manejo tradicional de los viñedos hasta los primeros
80 años del siglo pasado, con excesivo movimiento de la tierra en carpido,
calzado y descalzado de la viña, buscando eliminar malezas y mejorar la
aireación del suelo, provocó degradación, con caída de la materia orgánica y de
la estabilidad estructural.
Los recientes emprendimientos, buscando excelencia, se
dirigieron a otros tipos de suelo, más pedregosos, con marcadas solanas y presencia
de calcáreo. El calcáreo siempre fue importante.
En la Escuela de Enología, el Enólogo Dimar Larroque
recomendaba el uso del encalado. En los 80 Champagnat, un experto francés que
vino a colaborar con la recuperación de la viticultura, durante una gira de la
que participamos, sugirió como promisorias las tierras con cárcavas calcáreas
de Canelones.
La calidad del vino siempre ha estado de la mano de
suelos y climas sin excesos de agua, por lo que el riego solo está contemplado
en emprendimientos más productivistas, de menor calidad.
En diciembre de 1980 la Dirección de Suelos y
Fertilizantes tenía una excelente relación con el Plan Granjero y el Citrícola.
Ya se había realizado una evaluación de la aptitud para los citrus y se estaba
trabajando en análisis foliar, en particular en el sur, con los entonces promisorios
limoneros.
La producción vitícola había caído en forma significativa
y se comenzaba a replantear el cambio de cepas y la creación de estímulos, con
la creación del INAVI.
En esa época, interpretando que se aproximaba ese regreso
de la viticultura, elaboramos una Carta de Aptitud para todo el país, donde la
viña sería viable en todo tipo de tierra sin excesos de agua, con espacio
suficiente para las raíces y sin salinidad ni sodicidad extremas.
En ese informe de aptitud y con la base de la cartografía
a escala 1:1Millon, propusimos las siguientes Clases, agrupando suelos de los
que se espera productividad y calidad comparable:
1-
Zonas con predominancia de suelos arables,
profundos, pesados, de reacción ligeramente ácida hasta ligeramente alcalina, con
subsuelo arcilloso, rico en carbonatos, de fertilidad alta, moderadamente bien
drenados.
2-
Zonas con predominancia de suelos arables,
profundos, de texturas medias, subsuelo arcilloso, de reacción moderadamente
ácida, presencia variable de carbonatos en profundidad, fertilidad media,
moderadamente bien drenados.
3-
Zonas con predominancia de suelos
limitadamente arables, profundos, de texturas medias y livianas con horizonte A
de poco espesor, moderadamente ácidos, fertilidad baja, subsuelo arcilloso,
bien drenados.
4-
Zonas con predominancia de suelos arables,
profundos, de texturas arenosas con horizonte A profundo, subsuelo arcilloso,
fuertemente ácidos con aluminio intercambiable, fertilidad baja, moderadamente
drenados, con alta capacidad de almacenaje de agua disponible.
5-
Zonas con predominancia de suelos arables,
profundos, con horizonte A de espesor moderado, subsuelo arcilloso,
moderadamente ácidos, fertilidad media a baja, bien drenados.
6-
Zonas similares a la anterior,
imperfectamente drenados con alta disponibilidad de agua.
7-
Zonas con predominancia de suelos no arables,
de texturas medias y arenosas, moderadamente profundos hasta profundos y
superficiales, subsuelo pedregoso, pendientes fuertes, hasta 10% de
afloramientos rocosos, reacción moderadamente ácida, fertilidad media, bien
drenados. En estos suelos la vid es cultivable bajo tecnología no tradicional.
8-
Zonas de suelos no aptos para vid debido a
excesos de agua (mal drenados), contactos líticos, salinidad, alcalinidad,
excesiva rocosidad y las arenas.
En esa propuesta están incluidos los Terroir de rocas
cristalinas, fuera del uso agrícola tradicional.
Fueron pocos los
ejemplares de la Carta que acompañaba este informe; uno de ellos se entregó al
INAVI durante la presidencia de Zunino.
En la actualidad, surgen advertencias y recomendaciones
respecto al futuro alimentario de la humanidad y de la soberanía alimentaria de
los países. Reflexionando al respecto:
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