Las cosas han cambiado en los últimos 60 años, en la
ciudad y en el campo.
De los caminos de greda al balastro, de los carros a los
autos, de las parvas al silo-pack, del carpido al glifosato, de la avena a la
soja, de la spica al directv, de la lata de ahorros a la moneda virtual, de los
rancheríos al Mevir.
En busca de una vida más cómoda, las necesidades fueron
creciendo. Bienvenidas la mayoría de ellas, naturales a la evolución del ser
humano. Otras exacerbadas por la propaganda, las exigencias de los intercambios
comerciales, donde vendemos alimentos y compramos chatarra, la oferta de plata
fácil y cara y los falsos estatus.
Lo que sigue sin cambiar, es el costo de la Tierra para
el que la trabaja, como pequeña y mediana empresa.
Sabemos de la dificultad para los que se inician, con
oficio de tambero, viticultor, horticultor, quesero, ganadero, cuando la
división del campo paterno no da para todos.
Creemos que la carga del arrendamiento es la más pesada,
porque es crónica, afecta al que se inicia y a la competitividad interna.
Esto es más fácil de apreciar en la ciudad, donde vemos
como se esfuman muchas ilusiones. El que tiene local propio puede vender más
barato y prospera.
Siempre estuvimos convencidos que el marco legal para ir
resolviendo esta injusticia, estaba en la Ley de Colonización. El Instituto ha
fracasado, con algunos puntos más altos en la época de Claude Galland.
Para que cumpla su cometido, además de ideas, es crucial
que tenga recursos.
Es tarea de Gobernantes ver como se le transfieren esos
recursos, de los que se enriquecen con la renta y la gastan en frivolidades, o en
el mejor de los casos invirtiendo en Paraguay.
A ellos, considero que más que pedirles reducción de
gastos, debería exigírseles dedicación exclusiva. Gobernar es algo serio y
vital. Desarrollar ideas lleva tiempo.
Cuando por los 50, el costo del combustible debió
abatirse para desarrollar la industria, recordamos los vales de nafta
compensada. ¿Será tan difícil instrumentar algo así?
Las distancias políticas se han acercado. Sin grandes caudillos,
con movimientos espontáneos. Creo en la laicidad política de cada vez más
gente.
Hoy pienso que
Sendic, el Viejo, y Ferreira podrían debatir juntos el objetivo “Tierra para el
que la Trabaja”, repensando tal vez el camino de un IMPROME para el que no la
trabaja.
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