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MOVILIDAD HUMANA Y TERRITORIO

Las migraciones humanas se han manifestado a lo largo de la historia, huyendo en primera instancia de climas adversos, como los avances glaciares y las grandes sequías.
Más tarde, dramática consecuencia de evadir guerras y persecuciones ideológico-religiosas, fruto del colonialismo, sacados de sus tierras por la fuerza.
 Más triste aún, seres humanos traficados como mercancía, en el marco de los peores genocidios de la historia.
En el mejor de los casos, el hombre buscando en otras tierras, oportunidades para satisfacer necesidades insatisfechas, que en muchos casos ponían en juego la alimentación, la salud y la cultura.
Todos estos movimientos afectan el ordenamiento territorial, en lo que tiene que ver con la dispersión de razas y culturas. Como resultado, los nuevos pobladores intervienen el territorio de maneras diversas. Desde los comprometidos en la conservación de los recursos, hasta los saqueadores de la tierra.
En el siglo pasado conocíamos estos fenómenos estudiando historia, viendo los cambios asombrosos que tenían los mapas políticos, sobre todo en los continentes más avasallados por el colonialismo, como África y por los cuentos de nuestros mayores.
En la actualidad el diario contacto con noticieros y documentales nos muestra la terrible realidad de muros, franjas y alambrados conteniendo gente. O muriendo en el intento de cruzar mares y desiertos. O presos de su propia tierra, débiles para poder escapar.
El contrato social, al que no podemos evadir al momento de nacer, hace fuerte las naciones y el colonialismo utiliza los países como piezas de un juego de intereses comerciales, no culturales.
Mucha gente llegó a sitios que no deseaba y el resultado entendemos fue variable, aunque siempre el apego casi genético a sus orígenes, o a la tierra adoptiva a la que se sienten identificados, se manifiesta en algún momento.
Hoy día vemos movimientos intentando romper alguno de esos lazos y siendo diferentes tienen el mismo objetivo, salvar su cultura. Son incomparables los movimientos independentistas de los mapuches, con los de los catalanes, tejanos, nepaleses, el breacking británico y las fragmentaciones religioso- tribales de África y el oriente cercano.
 Cuando hay motivos económicos, el colonialismo los sinergiza. En Uruguay, resultado de los manejos colonialistas y el fracaso crónico para llegar al sueño federal de Artigas, hemos estado en situaciones difíciles de manejar por razones de escala.
Sin embargo, considero que estamos mejor que nuestros vecinos, debido a razones culturales que incluyen la laicidad del Estado, el entender correctamente el concepto de democracia y separación de poderes, la administración estatal de los recursos y una amalgama de culturas que se integraron con la inmigración, sumando oficios y valores con la llegada de vascos, catalanes, canarios, armenios, italianos, asturianos, húngaros, checoslovacos, británicos, sirios, palestinos, polacos, lituanos, libaneses, judíos, griegos, alemanes, franceses, gallegos, rumanos, yugoslavos, rusos, suizos.
Todos traían un oficio y en general un conocimiento práctico y consistente en otras habilidades. Así, albañiles, herreros y pescadores sabían cultivar la tierra y practicar prácticas de buen manejo del suelo, como el abono verde, los compost y el laboreo profundo.
 Todas estos arribos, desde fines de siglo XIX  hasta la mitad del XX, se integraron a los primeros habitantes, nativos y esclavos, servidores de los patriarcas españoles ingleses y portugueses, dueños de la tierra y el gobierno.
 Este cambio fue fruto de la revolución industrial, que trajo las máquinas a vapor y los alambrados y se pudo sostener en el tiempo financiado por las guerras europeas. Cambio que también dio inicio a la erosión de suelo y la degradación del campo natural y el bosque nativo.
Hasta entonces, la Banda Oriental del Uruguay era una gran pradera, casi sin árboles ni chacras, con una enorme carga de vacas y caballos, manejados por gauchos y charrúas y comercializados por los patriarcas. Dentro de este mundo, pequeñas chacras rodeando los pueblos y lejos en el tiempo, las estancias jesuíticas.

Los inmigrantes al llegar a nuevas tierras, tienden a cambiarla, con la finalidad de hacerla a semejanza de la suya de origen y trabajan rubros que conocen por tradición, que se las recuerda.
No podemos negar la influencia de los rusos de San Javier, gracias a quienes Nueva Palmira está en el mapa del girasol.
La de los vascos, suizos, valdenses y asturianos en la producción lechera del sur.
 Los italianos y canarios en la chacarería y hortifruticultura del sur, Salto y Paysandú.
Los franceses y franco argelinos en la forestación y la fruticultura.

El drama del alejamiento obligado del hombre a su tierra, lamentablemente no es solo historia, es una dura actualidad que convive, impotente, con otras movilidades más frívolas.

Con casi 6 hectáreas de tierra por habitante, nuestro país es enormemente rico. Por siempre, podríamos poseer un bien invaluable: Soberanía Alimentaria. Y poder recibir nuevos inmigrantes, entre ellos uruguayos.

Haga clic aquí para acceder a una historia de emigrantes



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