La Oficina de Programación y Política
Agropecuaria del M.G.A., CIDE- Sector Agropecuario, durante el Ministerio de
Wilson Ferreira Aldunate, elaboró los lineamientos hacia el futuro del área,
con asistencia técnica de CEPAL.
En ese sentido, una primera aproximación en
el conocimiento del recurso suelo, fue encomendada a Luis de León y Oscar López
Taborda, quienes elaboraron un mapa del país donde se definieron 13 Zonas,
caracterizando los suelos, sus limitaciones y haciendo recomendaciones de uso y
manejo.
Trabajaron con cobertura aerofotográfica
parcial (Trimetrogon) y el conocimiento preexistente, fundamentalmente el
geológico que es donde el país más había avanzado.
Los autores iniciaban el trabajo
manifestando: “La programación del desarrollo económico y en particular del
desarrollo del sector agropecuario, depende fundamentalmente de una completa
evaluación de los recursos que el país dispone, de sus posibilidades de uso y
de la identificación de los factores que puedan estar contribuyendo a frenar un
mejor empleo de los mismos.”
Apuntando a ese objetivo, en 1964 se
consolidaron las bases para el relevamiento de los suelos, al crearse el
Programa de Estudio y Levantamiento de Suelos (PELS), en convenio con la
Facultad de Agronomía y con la dirección de Oscar López.
El PELS se fue construyendo técnica y
logísticamente con todo el apoyo del Ministerio y ya en 1968 contaba con
técnicos que nos íbamos formando en la propia institución, para así abordar el
relevamiento de todo el país. Éramos bachilleres, ingenieros agrónomos y
técnicos rurales, que nos iniciábamos en la tecnología de la cartografía de
suelos.
La
relación con universidades y organismos especializados del exterior fue fluida,
particularmente con Francia, Holanda, Bélgica y USA, lo que contribuyó a ese
crecimiento.
La estructura se complementaba con un
laboratorio especializado, geólogos, dibujantes, imprenta y personal de apoyo,
en el amplio edificio propio de Millán y Pena, con una locomoción provisoria
que incluyó jeeps amarillos de la guerra europea.
Varias fueron las tentativas para ajustar
metodología y hacer experiencia, desde relevamientos detallados con base
topográfica, que permitieron entender las geoformas y describir los suelos,
hasta mapas de “ventanas” en áreas seleccionadas, metodología sugerida por el
Dr. Troeh.
También trabajó una misión de chilenos,
técnicos en aerofotometría, que no pudieron concretar una pauta fisiográfica.
Si bien avanzaron en los paisajes homogéneos del Libertad, al complicarse la
geología el método no prosperó. Quedaron en el archivo “foto mapas” con
nomenclaturas tales como 2lom, 3lom, (lomadas de diferentes pendientes), etc.
Para 1968 se formaron 5 equipos de campo para
la cobertura cartográfica: noreste (zonas 7, 8 y 13), litoral agrícola (zonas9,
10 y 11), basalto (zonas 1 y 12), cristalino central (zona 5) y el este y la
cuenca de la Laguna Merim (zonas 2, 3 y 4) donde operó la Misión FAO-PNUD,
liderada por holandeses con participación de técnicos del PELS.
Cuando recibimos de las misiones brasileña y
francesa, la cobertura total de país con fotos aéreas a escala 1:20.000, de
gran calidad y 40.000, algo inferiores, se inició el trabajo, utilizando estas
últimas por razones de escala y practicidad de manejo.
Los holandeses utilizaban unidades de mapeo
fisiográficas, separando diferentes unidades desde las sierras de Minas hasta
la Laguna Merim, cartografiando a escala 1:200.000, con una simbología que
identificaba diferentes sierras, colinas, lomadas, planicies y bañados.
En el resto del país las unidades de mapeo se
determinaban de acuerdo a las diferencias geomorfológicas que se iban identificando
y se llegó a un criterio muy uniforme, con Unidades de Tierra separables en la
foto 40.000, las que en el futuro iban a poder ser cartografiadas a escala
1:100.000.
Comenzaron a circular las nuevas Broncos y
Scouts, llegando a los predios técnicos que explicaban el alcance desarrollista
de la misión. La gente creía que era, en cambio, para nuevos impuestos y les
asistía la razón, ya que el IMPROME iría a sustituir las detracciones que
pagaban los productos agropecuarios.
A esos efectos se creó CONEAT (Comisión Nacional
para el Estudio Agroeconómico de la Tierra), en junio del1968. Se integraba con
un delegado del MGA como presidente, delegados técnicos del PELS, Catastro,
Servicio Geográfico Militar, Grupo de fotografía aérea de la FAU y la DIPYPA,
además de representantes del Ministerio de Economía, OPP, INC, ARU y Federación
Rural. Como observadores, la Asociación de Ingenieros Agrónomos y FUCREA. Mario Capurro fue su primer Presidente y Pedro Queheille sería el último? en los 2000. En los inicios participaron entre otros el ingeniero Gigena y el Dr. Canabal.
Este organismo tomaba todas las decisiones y
se mantuvo ejecutivo hasta la década de los 90, cuando comenzó a perder
protagonismo y declinar definitivamente en el siglo XXI, a pesar que durante
presidencia de Batlle se hizo un esfuerzo de recuperación.
Este impuesto a la productividad mínima
exigible de la tierra, medida en carne y lana, era en verdad una medida muy
progresista y como tal, desapareció más tarde. Conocimos alguna intención de
volver a él a principios de este siglo, ya con la forestación en el escenario,
pero nada ocurrió.
La valoración de la tierra lograda en este
trabajo sirvió y sirve de referencia para la contribución rural y la venta de
campos. La cartografía sirvió para el ordenamiento territorial de la
forestación y aunque en casi todo el país es un mapa de suelos inconcluso, es
la referencia más universal en el tema, casi sin correcciones en 45 años.
Con el objetivo de completar el trabajo, a
principios de los 80 se comenzaría a publicar el 100.000 en Canelones,
Montevideo, sur de San José y áreas parciales en Tacuarembó, Paysandú, Cerro Largo,
Artigas y Maldonado, aunque nunca el Ministerio volvió a tener el interés
inicial y las iniciativas la teníamos los técnicos con el apoyo de algún
intendente. Los avances nunca sustituyeron la base de 1974.
El estudio utilizó la Clasificación Americana
para la caracterización de los suelos y recién después de 1976, cuando se
elaboró una síntesis a escala 1:1 millón, se actualizó la información con la
Clasificación Uruguaya.
La nomenclatura utilizada para identificar
las Unidades de Tierra fue variada. Como ya mencionamos fisiográficas en CLM,
este y noreste y geográficas en el resto. Así se comenzaron a conocer nombres,
que luego podrían identificar suelos específicos (Series): La Carolina, Tala,
Las Toscas, Tres Bocas, Soca, Cuesta de Pena, Algorta, Montecoral, Valle
Fuentes, Rincón de Pino, Paso Lugo, Guaycurú, Cuaró, Espinillar, Sayago,
Migues, Curtina, Arenitas Blancas, Portones de Haedo, Capilla del Sauce,
Talita, Constitución, Carreta Quemada, Mansavillagra, Puntas de San José, Itapebí,
etc., etc.
Esta
nomenclatura sería muy importante a la hora de determinar los Índices de
Productividad.
El procedimiento se iniciaba con
fotointerpretación, planteando unidades tentativas y luego verificaciones y
correcciones de campo y en algunos casos, en suelos representativos, muestreo y
descripciones detalladas que eran analizadas fisicoquímicamente en el
laboratorio.
No existía una metodología escrita, salvo
para la caracterización edáfica, siguiendo el “Soil Survey Manual” de USA. Recién
a principios de los 80, al publicar los nuevos avances, se comenzó a utilizar
“Metodología y Pautas del 100.000”.
El producto final que llegaba del PELS a
CONEAT, eran fotoplanos terminados, a escala 1:50.000, resultado del pasaje
manual de las unidades de mapeo y su nomenclatura, desde las fotos aéreas.
Los holandeses realizaron un cursillo de
fotointerpretación y si bien todos realizamos esa tarea, se destacó la
capacidad de Carlos Morelli que coordinaba esa labor y resultó un referente del
trabajo, convencido que era todo lo esperable en materia de suelos.
La calidad de los límites
logrados para separar las Unidades de Tierra, es el mayor logro del trabajo y
estamos seguros que explica su permanencia.
En la Oficina de CONEAT de Colonia y
Convención, desde donde en 1973 veíamos los tanques en la Plaza Independencia,
los fotoplanos se superponían al catastro rural y en un enorme trabajo,
manualmente, se medía el área de cada unidad y se le adjudicaba, a cada Padrón,
el Índice de Productividad y el Valor Real, que depende de la accesibilidad.
Las bases eran “laminas plastificadas,” a
escala 1:20.000 a efectos de compatibilizar la información de suelos con el
padrón catastral y corresponden a la cuarta parte de un fotoplano. Éstos son
una unidad cartográfica utilizada por el SGM que se identifica con un nombre
geográfico y coordenadas del 1 al 30 de norte a sur y de la A a la R de este a
oeste.
El sistema se respaldaba microfilmando, con
el objetivo de proteger la cartografía. Los cambios que se produjesen en el
futuro debían ser autorizados por la Comisión.
Las “láminas” se guardaban celosamente y veían
la luz solo para corregir errores o para vender croquis prediales a sus
titulares, en una operación manual. Los ordenadores de información utilizados
eran los disponibles en la época, probablemente tarjetas perforadas IBM.
A fines de siglo las operaciones comenzaron a
ser electrónicas, el manejo de la información se hizo más rápido y menos controlable,
pudiéndose concretar el vínculo con el Sistema de Información Geográfica (SIG)
y así elaborar una gran cantidad de cartas temáticas.
Reconocidos los suelos, se debía adjudicarles
el valor de productividad en carne y lana. La metodología que se intentó
utilizar era la que propuso el Dr. Fly con la colaboración del Profesor de
León, con un lineamiento racional, revisando antecedentes productivos. No era
una tarea fácil y se volvió imposible con el secuestro del norteamericano.
La alternativa pragmática ante ese
contratiempo, fue seguir un procedimiento empirista basado en el Sistema
Experto: recoger la opinión de referentes conocedores de la realidad productiva
de cada región, en particular los técnicos del Plan Agropecuario.
Los mapeadores referentes de cada región
explicábamos las características y distribución de las Unidades de Tierra y los
expertos en producción carne-lana le “bajaban el martillo,” como decíamos
entonces,” a un índice, tomando como referencia los suelos arenosos de Algorta
con valor 100.
Esos Índices de Productividad (IP) fluctuaron
entre 0 y 263 para los 188 Grupos que en definitiva quedaron en el sistema. La
norma legal determina que ni los Grupos ni los IP pueden modificarse.
En enero de 1974 se aprobaron estos IP.
Los Grupos se identificaron con el número de
la Zona CIDE y las subdivisiones necesarias para marcar diferencias edáficas.
En algunos casos fueron pocas, las suficientes, y en otros hubo exceso.
Nunca hubo voluntad política para generar
cambios, pese que algunos avances en pasturas mostraban incongruencias, que se
sabía más de los suelos y también surgían nuevos rubros y tecnologías.
Si bien en términos generales los valores
fueron aceptados y sigue siendo así, algunas mínimas diferencias eran difíciles
de explicar y en realidad se mantenían para marcar realidades algo distintas.
Valores como 57, 88, 61, 131 y muchos más, de apariencia tan precisa, son
difíciles de explicar. Como decía César, es como medir un elefante con un nonio.
Siempre pensamos que un sistema de rangos, múltiplos de 20, hubiese sido una
mejor idea.
En el Boletín Técnico N°2 de la Dirección de
Suelos y Aguas “Aptitud de Uso Pastoril de los Suelos del Uruguay”, César
Alvarez y Ricardo Cayssials veían una clara relación, en general, entre la
aptitud pastoril, y estos índices.
Una fuente de error se debió a utilizar, como
términos de referencia, localidades geográficas, lo que confundió en algunos
casos a los expertos. Por ejemplo, nombres como Rincón del Pino, con tierras de
reconocido valor, elevaban el índice sin llegar a entenderse que nos referíamos
a un tipo de tierras que también ocupaba coluviones de otras localidades y que
en ese momento no podíamos marcar diferencias. Algo similar ocurrió al
mencionar localidades como Valle del Tornero en Florida, Valle de Sobas,
Portones de Haedo, Guaycurú, etc.
Muchas Grupos siendo heterogéneos, se
consideraron con igual productividad, como los 10.3, con Brunosoles en Carreta
Quemada y Vertisoles sódicos en Capilla del Sauce. Con los avances de 1980
también se incluyeron los Brunosoles de Capilla Cella. Estos avances también
permitieron separar los mejores 10.6 del oeste de los más pobres del este, al
incluirlos en el 10.7, así como los ricos coluviones del 5.5 de Guaycurú de los
sódicos de Aguas Blancas en Lavalleja.
Estaba previsto, sin límite de tiempo, poder impugnar
los valores asignados a cada padrón. Por muchos años esa fue una actividad
continua, que tenía algunos aspectos a considerar. Situaciones como las
mencionadas anteriormente trajeron muchos reclamos, hasta que a principios de
siglo pudimos corregir algunas “de oficio.” Esto se pudo hacer porque los cambios
se pudieron notificar por la prensa, cuando anteriormente solo podían hacerse
directamente al propietario.
Otros reclamos se debían al hecho de no haber
considerado la erosión, ya que solo en los Grupos 10.6 - 10.8 y en los 9 de
Canelones, se tuvo en cuenta y sin llegar a los 4 niveles que debieran
considerarse. Algo de esto se corrigió de oficio en la región sur. Todas las
áreas con erosión muy severa se consideraron como 9.42, lo peor del cretáceo
remolachero de Canelones.
En algunos casos el impugnante exigía mayor
detalle, o sea unidades más homogéneas, lo que la escala de trabajo no
permitía. En el basalto superficial fueron frecuentes este tipo de impugnaciones,
las que con mucho trabajo, mejorando la escala de fotointerpretación, pudieron
atenderse.
La ausencia de impugnaciones engendraba la
sospecha de subestimación.
No solo para bajar el IP se impugnaba. En
pocas ocasiones fue para intentar valorizar un predio y con muchísima más
frecuencia para lograr la Prioridad Forestal y sus beneficios.
A fines de los 80 comenzaron a preponderar
acciones en conservación y uso del suelo, en detrimento de las actividades de
relevamiento. Sumado al hecho que durante el gobierno de Lacalle, la Dirección
de Suelos pasó a ser División, perdió poder de programación y ejecución y
determinó que no hubiera recursos para el mapeo.
La falta de recursos y de técnicos
especializados, provocó que a comienzos de siglo comenzáramos a proponer lo que
llamamos “Enriquecimiento de CONEAT,” que consiste en mantener los buenos
límites (casi todos), creando subdivisiones por geoformas y grados de erosión y
rocosidad y agregando la información existente de caracterización, en algunos
casos definiendo Series.
Este mapa “enriquecido” estaría disponible
para los usuarios, superpuesto al “legal” de la base original. El Sistema de
Información Geográfico hace posible estos avances, fundamentales para lograr el
objetivo de la creación de CONEAT y también del Ordenamiento Territorial del
país y sus regiones.
Los que vivimos la magnitud del esfuerzo
realizado para comenzar a conocer los suelos del país y el largo proceso que
lleva preparar un mapeador, creemos que será algo difícil de repetir.
Mi última experiencia cartográfica para
Enriquecer CONEAT fue en el fotoplano L24, Paso de la Diligencia, donde fuera
de los archivos del Ministerio conservamos un cuadro donde se aprecia como las
10 Grupos se subdividen en 24 Unidades del 100.000, más12 alternativas para
caracterizar erosión, 1 para cárcavas y 5 para rocosidad.
Se mantienen en general la Metodología y
Pautas original de 1982, incluyendo en la geología la diferenciación entre el
cristalino granitoide (Bg), lavas y metalavas básicas (E) y C para coluviones
cuaternarios influidos por la roca subyacente, en este caso el cristalino.
También se mejora la pauta de erosión,
siguiendo lo utilizado en la Carta Nacional de la Erosión Antrópica, con 3
grados de intensidad, la causalidad, agrícola (a) o por pastoreo (g) y su
extensión dentro de la Unidad (1 hasta 5). En este caso se reconocen cárcavas escasas
poco profundas (c1).
La etapa restante es determinar para cada
Unidad, las Series caracterizadas en el fotoplano y su entorno: Carreta
Quemada, Paso del Rey, La Carolina, Mal Abrigo, Panta, Ismael Cortinas, Tía
Josefa, Mundo Azul, La Herminia, San Gregorio, Guaycurú, Sierra Mahoma, Jesús
María, Mangado, Chamizo, Comercio Buela, Colonia del
Pinchazo, Paso de las Bochas y alguna otra que escapa a mi memoria.
ENRIQUECIMIETO DE CONEAT
Fotoplano L24- PASO DE LA DILIGENCIA
Grupo
CONEAT
|
Unidad
del 100.000
|
Fases
de erosión- cárcavas
|
Fase
rocosidad
|
10.12
|
1LfLBg
1LLBg
|
ha
4-5 c1
Ha
3-5 c1
|
0
|
10.3
|
1ALf(L)Bg
1AL(L)Bg
1ALs(L)Bg
1L(L)Bg
1Ls(L)B
|
-
ha
5 -
Ha
4-5 c1
Ha3-4 c1
|
0
|
5.3
|
2LfCBg
1LFrCBg
|
ha5 -
- -
|
-
r1
|
5.4
|
1ALfCBg
1ALCBg
1ALfrCBg
1LfCBg
|
-
-
ha5 -
Ha
4-5 -
Ha3-4 -
|
-
-
r1
-
|
5.5
|
1Lf(LC)Bg
2L(L)Bg
|
ha1-5
|
0
|
5.01a
|
1VfRBg
1CRBg
|
0
|
r4-5
|
5.01b
|
1VfRBg
1CRBg
|
0
|
r3
|
5.01c
|
1CrE
|
0
|
r2-3
|
5.02b
|
1VfrBg
1VfRBg
1Vfr(C)Bg
1CrBg
1Cr(C)Bg
1LfR(C)Bg
|
hg 1-3
|
r1-2
|
03.3
|
1FA
1PmA
|
0
|
0
|
10
|
24
|
12
1
|
5
|
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