En la
Facultad de Agronomía, el tema fue abordado específicamente por Manuel
Quinteros al describir Sitios Forestales, término que, en la época, primera
mitad del siglo XX, no era concebido como un ecotopo del paisaje, sino como un
ambiente muy apto para los árboles.
En los 50,
la Cátedra de Ecología era dirigida por Astiz, de formación forestal, por lo
que estaba orientada en ese sentido y en el área de la Meteorología y en
particular en los efectos recíprocos entre clima, vegetación y regímenes
hídricos.
En 1962 se
hace cargo de la Cátedra el Profesor Jorge Chebataroff y le da un enfoque más
holístico. Lamentablemente no se supo reconocer los valores del sabio y fue
corta su permanencia en la Facultad de Agronomía.
Burgos en el
Instituto Alberto Boerguer, seguramente le daba al tema un enfoque dirigido al
manejo de los cultivos.
En nuestra
Dirección de Suelos, esta ciencia estuvo presente cada vez que se nos solicitó
informes de aptitud para los cultivos que se deseaban promocionar, como fue el
caso de los citrus, pinos, vid, algodón y hasta de la endivia. Fueron informes realizados
en los inicios del Plan Citrícola y del Inavi.
Se manejaba
fundamentalmente la disponibilidad de agua del suelo, la aireación o sea el
drenaje, la reacción y fertilidad, la sodicidad y salinidad, las limitantes
físicas al espacio para las raíces (rocas-arcilla) y el riesgo de erosión. Las
valoraciones respecto al clima siempre fueron transferidas a la Cátedra y en
particular a H. Orecchia Buró.
A fines de
los 80, con la publicación de las pautas para Evaluación de Tierras, se
incorporaron 31 cualidades ambientales y de manejo, a efectos de dar esas
respuestas.
En 1974 el
Ministerio nos solicitó un trabajo que aportara información para el control de
palomas y cotorras en el litoral agrícola.
Iniciamos
las tareas de campo coincidiendo con las primeras etapas de la construcción de
la Represa de Salto Grande y fue más
allá de lo solicitado, profundizando en la relación entre los suelos y la
composición del monte indígena.
Lo bautizamos “Relevamiento Edafodasológico
Semidetallado del Valle del Río Uruguay” y se desarrolló desde Belén en Salto
hasta la isla del Queguay en Paysandú, utilizando como base las Unidades de
Tierra del Relevamiento de Suelos al 100.000.
La región
según Parodi, corresponde al Parque Mesopotámico con Selvas Marginales, con clima
mesotermal, subhúmedo-húmedo.
Trabajamos
con Daniel Panario y la colaboración de Juan Liesegang, Horacio Molfino y
Alberto Trambauer, con el apoyo logístico de Julio Plada y fue publicado en
tiraje reducido como Boletín Técnico N° 10.
El Grupo de Dibujo integrado por Jorge Sclavo, Cesar Bentos, Washington
Palleiro, Anita Vartanian, Roberto Ferrari, Nelson Romanelli, Carlos Tisnes y
Lucía Machín, elaboró muy pocos mapas, de gran calidad. Como siempre, Jackeline
Perdomo armó los textos a partir de nuestros garabatos.
En relación
a lo solicitado, las conclusiones fueron escasas y obvias. La plaga prospera
cuando hay cultivos a su alcance: la paloma en los montes densos y la cotorra
donde tiene facilitada la nidificación con ramas secas (eucaliptus, espinillos,
etc.).
La
metodología consistió en describir la composición botánica de parcelas con el
tamaño y forma de un Sitio (ecotopo), en situaciones diferentes: depósitos
arenosos actuales, Arenosoles de los albardones isleños, Fluvisoles
Isotexturales, depresiones interiores de las islas, bañados costeros con
Gleysoles, planicies con Planosoles, Solonetz, glacis con Argisoles y
Brunosoles, grupas pedregosas de la
Formación Salto con Inceptisoles, interfluvios y laderas con Brunosoles y
suelos vérticos asociados al Fray Bentos y Libertad y superficiales y arenosos
relacionados al cretáceo.
De todas las
observaciones, resumimos las conclusiones que consideramos de mayor interés.
Se trata de
un Ecosistema de gran diversidad, en el que identificamos, clave de Atilio
Lombardo mediante, más de 80 especies leñosas, varias de carácter subtropical,
con una variada fauna de mamíferos, insectos, reptiles y aves, incluyendo tatú
en arenales isleños y las Ata, llamativas hormigas gigantes que colonizan los
blanqueales.
A pesar que
el clima provee agua suficiente y los suelos en casi su totalidad la tienen disponible,
las plantas, sobre todo en el Parque, tienen características xerofíticas, esto
es hojas pequeñas y espinas.
La
información climática indica un cambio a la altura del Río Daymán, que estaría
marcando la última frontera de la caña de azúcar, del mejor ambiente para los
citrus y de los cultivos de primor y que, en la composición de las leñosas,
muestra, sin que esto signifique que son variaciones debidas solamente al clima:
-
La
selva al norte presenta lapacho, timbó, añil, timbó, ibirapitá y tacuaras en
tanto que al sur desaparecen éstas y otras subtropicales, haciéndose más
frecuentes los laureles, el blanquillo, uña de gato, canelón, socará,
zapirandí, etc.
-
En
el Parque, los espinillos son más frecuentes al norte, acompañados por el
Prosopis algarrobilla (ñandubay). Al sur se asocia más frecuentemente con el
nigra (algarrobo). Los talas son raros
al norte y comunes al sur, donde aparecen también el caramanuel, las palmas
butía-yatay (Syagrus), chilca(Eupatorium), pitanga amarga, arazá, Trixis,
Bacharis, etc.
La vegetación en general presenta un follaje con relación C/N
baja, lo que favorece la construcción de suelo.
La Selva aporta abundante hojarasca y el Parque pastos y leguminosas
leñosas.
Las especies que invaden los disclimax de las chacras,
incluyendo los viejos arrozales, son el espinillo y la cina cina, en tanto que
los Prosopis no se adaptaron al cambio, sobre todo el ñandubay y tiende a la
extinción. Espinillos de 20 años con 6 metros de altura muestran su capacidad
colonizadora.
Los suelos con dificultades
de arraigamiento por pedregosidad y con menor capacidad de almacenaje de agua y
que por lo tanto tienden a colonizarse con plantas poco exigentes, resistentes
a las sequías, presentan en esta región las siguientes especies: espinillo,
cedrón del monte (Aloisia ligustrina) y con menor frecuencia molle, aruera,
tala, cina-cina, coronilla y espina corona (Xilosma venosum), además de los
Prosopis algarrobilla y nigra (ñandubay, algarrobo negro, amarillo y sus hibridaciones)
Por el
contrario, aquellos con excesos de agua y que por lo tanto el arraigamiento
está limitado por la falta de oxígeno, respirando el disuelto en el agua, con
condiciones reductoras, son colonizados principalmente por sauce criollo,
ceibo, sarandí blanco, curupíes(Sapium) y Acacia praecox, y en menor
frecuencia, con mejor aireación, amarillo, sarandí negro, chalchal, palo cruz,
Combretum fruticosum y quebracho flojo (Acanthosiris spinescens). También se
desarrollan espinillo, cina-cina, molle, coronilla, cedrón del monte y espina
corona, lo que muestra en estas especies una amplia capacidad de adaptación
tanto a los déficits como a los excesos de agua.
Las
situaciones intermedias disponen de agua y oxígeno suficientes, sobre todo en
los Fluvisoles donde es óptima y prosperan las más frondosas de la Selva:
Francisco Alvarez, sota caballo, ibirapitá, añil, timbó, aruera, lapachillo,
lapacho, palo jabón, angico, ubajay, guayabo blanco y colorado, camboatá,
blanquillo, guazatumba, citronella, congorosa, laurel mini, sombra de toro,
amarillo, quebracho flojo, guabiyú, molle, etc., con tacuaras, cipó(enredaderas)
e higuerones.
En los
arenales contra el río es frecuente observar al ubajay, el Francisco Alvarez y
la Mimosa uruguayensis.
Hacia los
bordes del curso de agua, en composición más abierta, se suman especies como el
sauce, ceibo, sarandí blanco y negro, mataojo, ingá, curupí, aguay, viraró,
etc., siendo la disponibilidad de luz otro aspecto que influye en la
composición de la Selva.
Se muestran
tolerantes (umbrófilas) y predominan en el sotobosque: chal chal, palo cruz,
guabiyú, congorosa, aguay, camboatá, pitanga, lapachillo, amarillo, mandioca,
guayabo blanco, naranjillo, amarillo, Banara, Combretum, etc.
Las especies de los Parques son
fundamentalmente heliófilas, siendo pocas las que toleran la sombra de otras,
como el coronilla. Esta especie, como otras, son indiferentes a la luminosidad
y suelen presentar hojas más grandes cuando están a la sombra.
En situaciones
muy sombrías como algunas depresiones isleñas, desaparece el sotobosque leñoso
y prosperan las lianas.
El ingá
crece casi exclusivamente en Fluvisoles rojizos, ricos en hierro, generados por
sedimentos lateríticos del alto Uruguay y no en los negros de origen basáltico.
En los
Solonetz o sea los blanqueales sódicos, los pastos son escasos y halófilos
(Distichlis spicata, etc.) y el Parque está dominado por el Aspidosperma
quebracho blanco, muy adaptado a esa condición ya que presenta numerosos renuevos.
Lo suelen acompañar la espina amarilla (Berberis), Bacharis ruscifolia, cedrón
del monte (Aloisia), Acacia praecox, molle y los Prosopis (ñandubay- algarrobo),
siendo el habitab preferido de las hormigas Ata. Al sur se le agregan la palmita Trithrinax, (caranday),
Opuntia(tuna), tala, espina corona, chañar, etc.
Los suelos
alcalinos por Carbonato de Calcio favorecen el desarrollo de la
chilca(Eupatorium), Bacharis puntulata y drucunculifolia, Trixis praestans,
coronilla, espinillo, etc.
La distribución
de las especies, entre otros factores, como los disclimax, está condicionada
por procesos migratorios. Los propágulos (semillas y yemas), son transportadas
por el río en las crecientes. El viento cumple su rol, al igual que los
animales en su pelambre o excrementos. Es conocido el rol de los pájaros en la
colonización de alambrados con tala y otras especies, incluyendo invasoras
indeseables como los ligustros.
En la Selva
prosperan también pocas exóticas como moreras, gleditzias, álamos, robles,
fresnos, etc. Los ligustros están mucho menos presentes que en los cursos de
agua y alambrados del sur del país, donde están colonizando la Selva en forma
acelerada.
El Parque
presenta en el área Guaviyú- Arroyo Malo, las pintorescas palmas butiá (Syagrus),
que provocan a teorizar sobre su origen y distribución: lineal, desde Argentina, pasando por Porrúa, hasta
Rocha y despertando la imaginación, alimentada por los senderos indígenas y
algunas piedras con rasgos incaicos encontradas en la Meseta de Artigas.
La riqueza
maderera quedó expresada al constatar la presencia de: laurel mini con 80cm de
diámetro, lapachillo 80, Fco. Alvarez 25, ingá 50, lapacho 35, ibirapitá 80,
viraró crespo 60, sauces 35, ingá 50, blanquillo25, corondá 30, pitangas 20,
arrayanes 20, arueras 70, ñandubay 45, amarillo 50, molle 100, quebracho blanco
60 y palo jabón de más de 100 cm. Las alturas son de hasta 6- 8 metros en el
Parque y más de 20 m en la Selva. Estos
son los residuos de una explotación de más de 200 años, que fue menor en las
islas, debido a las dificultades de acceso.
Existían viviendas y senderos en las grandes
islas. Eran atendidas en sus necesidades, que incluían la educación escolar y
la salud por Argentina, aunque fuesen uruguayas. Los movimientos industriales
se observaban al oeste. El lado oriental
se veía deshabitado, con pocos montaraces pescadores.
Salto Grande
inundó valores arqueológicos y gran parte de la Selva Subtropical uruguaya,
mantenida por suerte en Rincón de Franquía.
Algunos de
los grandiosos árboles de esta Selva, crecen aislados en los parques y jardines
del sur, a veces minimizados, como los lapachos de Bulevar, exuberantes de
flores rosadas en un intento de sobrevivencia.
Bajo el
agua, quedaron también el salto, los cuentos de jangadas, pumas, anacondas, el
ambiente contagiado por los cuentos de Quiroga y la convicción del Gringo,
desde su hogar en el monte, afirmando que una mole de hormigón sería incapaz de
detener por siempre al río.
Comentarios
Publicar un comentario