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Los Árboles y San José

En esta región del mundo, una casi llanura poblada de pastos, los árboles y arbustos leñosos prosperan aislados en las planicies cercanas a ríos, arroyos y cañadas y se hacen selva marginal en el aluvión profundo del margen. Desde el desarrollo industrial en la segunda mitad del siglo XIX, su explotación para alimentar las máquinas a vapor los fue degradando en forma creciente, desde Montevideo hacia todos los puntos cardinales.
 En el caso del curso medio y bajo del Rio San José, ganó la contaminación con ligustro, sembrado por los pájaros, junto a otras invasoras.

El abrigo de las rocas en las sierras y las escarpas también los sostienen, sobreviviendo las quemas y la tala.
Si tenemos posibilidad de observar fotos del paisaje uruguayo a principios del siglo pasado, sorprende la falta del arbolado que hoy estamos acostumbrados. Es que en el siglo pasado crecieron los montes, principalmente de eucaliptus, de geometría angulosa, proveedores de leña, abrigo y sombra para el ganado, que muchas veces salvaron la economía de algún productor, rebrotando sin costo ni manejo.
Los pinos se hicieron característicos en las costas arenosas, constituyendo la base de los balnearios y la industria turística.

Las plantaciones forestales con fines industriales, primero para madera aserrada y después para pulpa y aglomerados, fueron in crescendo hasta el actual desarrollo para celulosa, ocupando todo tipo de tierras.
En un principio las plantaciones se concebían solo en tierras inútiles para la ganadería y la agricultura, como las dunas, los esteros y bañados y las sierras rocosas. Los costos de instalación eran enormes, apenas compensados por el bajo valor de la tierra, siendo tarea de verdaderos pioneros.

En San José, con estas características se concretó la forestación de los Bañados de Arazatí, obra de Voulminot y Mayo SA. En las dunas del este Burnett y otros y Diano en las sierras de Minas.

Hoy, este tipo de sitio se protege valorizado como Reserva Natural. En nuestro Departamento, afortunadamente la Sierra Mahoma no fue abordada con esos propósitos, tal vez protegida por Maquiavelo y otros vecinos.

En muchos casos la naturaleza mostró el error de esa utilización, como es el caso de los montes de Mayo, donde el sauce álamo fue desapareciendo y va resurgiendo un nuevo bañado con su flora y fauna natural.

A los habitantes de esta tierra nos gustan los árboles, aunque tal vez debido a nuestros ancestros naturales o producto de la cultura mediterránea de los inmigrantes, disfrutamos verlos aislados, dándonos sombra, frutos y belleza paisajística. Necesitamos de amplios horizontes. No resistimos el encierro del monte, a diferencia de los habitantes de las selvas y de los bosques nórdicos de los cuentos para niños.

Juan José Morosoli en uno de sus cuentos, narra la angustia de unos montaraces, agobiados por el eucaliptal que estaban talando y tildaban de “bichos” a esos árboles. Sabemos de esa sensación que hace más amigables los árboles coloridos de hoja caduca, como los robles, fresnos y paraísos, en comparación con los tristes eucaliptus, pinos, casuarinas y cipreses.

La gente ha plantado todo tipo de árboles. Existen jardines cuidados en algunas estancias, en la ciudad como el de Elizalde y en plazas como la Artigas y Zorrilla, con muchas variedades. El Parque Rodó está bien ornamentado, la Picada de Varela prolija. La gran deuda es lograr un espacio recuperado de monte indígena, con servicios que atraigan al turista, donde se inició el Exodo, en las costas del río y que sea un orgullo mostrarlo.
Se observa en muchos casos una cierta aversión, culpándolos de romper veredas cuando la culpa es del suelo expansible, de tapar drenajes cuando la culpa es haber elegido un sauce o un álamo en el lugar no indicado, o de llenar de hojarasca patios y veredas no percibiendo el encanto del viento y las hojas.

Cuando el regreso a la democracia, se constituyó en San José como en todo el país la CONAPRO, comisión multipartidaria con múltiples objetivos, entre ellos un área forestal con ideas para propiciar los montes de abrigo y sombra para los tambos. También con la iniciativa del edil Malán, que logró desarrollar el Vivero Municipal, propusimos el fresno americano para las veredas de la ciudad, por su rápido crecimiento, porte adecuado y pérdida rápida del follaje al acortarse los días, con rápida recuperación en primavera. Un riesgo era el ser apetecido por las larvas urticantes que podían ser una molestia, hecho que no se verificó. Hoy existen buenos ejemplares y otros, dañados por malas prácticas de poda. 

También se tuvo en cuenta el hecho de tener semillas muy fértiles, las que al ser llevadas por el agua podrían ayudar a la repoblación, con buena madera, del decaído monte ribereño del San José. Posteriormente esta posibilidad se consideró dañina para los equilibrios biológicos y de hecho no sucedió.

Los plátanos han sido lo más plantado en el ornamento urbano, esnobismo tratando emular lo realizado en grandes urbes como Paris, Barcelona y Montevideo, pese a los inconvenientes que acarrea.

En las carreteras del departamento se ejecutaron planes paisajísticos tendientes a sustituir el arbolado lineal por otro más atractivo, consistente en bosquetes con varias especies, lo que puede observarse en algunos tramos de Ruta 3 y 23.

El desarrollo forestal del país puso en escena la posibilidad de grandes plantaciones, fundamentalmente con eucaliptus globulus. Entendemos que es una alternativa viable y sin perjuicio para los rubros tradicionales, ya que es una especie que permite pastos en el suelo del monte lo que acrecienta la chance del silvopastoreo. Esta práctica, que puede tener varias modalidades, genera un invalorable abrigo y sombra para el ganado, además de maximizar en forma sostenible la utilización de la tierra.

Cuando a fines de los 80 se definió lo Prioridad Forestal de los suelos del país a efectos de obtener los beneficios del marco legal, en San José se excluyeron las de uso agrícola ganadero salvo pequeñas áreas de sedimentos del Raigón, promocionando las dunas, pocas áreas serranas del NW y las planicies cercanas al Rio San José. En esa época todavía las plantaciones forestales se concebían con turnos para cosechas a mediano – largo plazo.

En la actualidad la forestación se realiza en forma similar a un cultivo, con cosecha a corto plazo y con posibilidad de ir cambiando la utilización de la tierra en forma asimilable a una rotación.

Las posibilidades y beneficios que pueda tener la forestación en un establecimiento, dependen de las características y cualidades de la tierra del mismo y es arbitrario y poco racional ponerle límites como hoy sucede en nuestro Departamento. La Agronomía puede y debe desarrollar proyectos rentables y sostenibles apuntando a un adecuado equilibrio agro-silvo-pastoril


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