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ALGUNAS CONSIDERACIONES RESPECTO A LAS INUNDACIONES DEL RÍO SAN JOSÉ

El desborde de los cursos de agua es un hecho normal, donde el hombre, como primera medida, debe mantener sin poblaciones las tierras afectadas; especialmente en nuestro país, donde sobra tierra.  La misma consideración debería tenerse para los sitios mal drenados. Hilando más fino, también se podría condicionar el uso para construcciones en suelos expansibles.

Para entender cómo se desarrolla una inundación, se debe conocer el funcionamiento de la cuenca del curso de agua, que es un sistema donde interrelacionan clima, geología, geo formas o sea relieve, suelo, vegetación y fauna, condicionados por la utilización que realiza el ser humano.

El hombre no puede condicionar el clima ni la geología. Puede actuar sobre el resto del sistema, a efectos que el flujo de agua en la cuenca se enlentezca y así reducir los desbordes cuando las grandes lluvias y los estiajes durante las sequías. O sea, que el suelo y su cobertura, actúen como una esponja. Con esto también conservamos el suelo, reduciendo el desperdicio de agua y nutrientes vertidos al Rio de la Plata en este caso.


El agua de lluvia llega a tierra y es interceptada por la vegetación que en parte la retiene en su follaje. En los árboles, parte escurre por el tallo y el resto gotea hasta el mantillo de hojarasca y el suelo. El agua retenida en las hojas y el mantillo no llega a los cursos de agua y se evapora. Es un porcentaje alto en los bosques, fundamentalmente en aquellos con sotobosque arbustivo, aunque también puede ser importante en herbazales y hasta en cultivos densos, que dejen rastrojos que no son eliminados por el hombre.

El suelo desnudo y la mayoría de los cultivos, no provoca esta retención y el agua llega rápidamente al suelo y se infiltra o escurre hacia los cursos de agua.

Una primera conclusión es que cuanto más densa y permanente es la cobertura vegetal, menor será el caudal de los cursos de agua, los que se alimentarán más lentamente.

Existen experiencias en el mundo, donde con forestación se logró reducir inundaciones. En contraposición, las deforestaciones y la degradación del suelo y su cobertura, provocan el efecto inverso.

Protegiendo la vegetación y el suelo se protege la fauna, desde las hormigas hasta los grandes mamíferos y los micro organismos, fundamentales para la conservación del sistema. Minimizar el uso de herbicidas e insecticidas es importante.

Los suelos infiltran agua más velozmente cuando son arenosos o gravillosos. En los arcillosos es rápida cuando presentan rajaduras, pero en corto lapso se sellan y se enlentece la entrada de agua.
El agua que ingresa al suelo es retenida por éste para beneficio de las plantas, que fabrican biomasa y traspiran. Otra parte penetra más profundo a niveles freáticos.

En geología pedregosa, con suelos areno gravillosos, es un flujo importante, que aflora en vertientes o llega a niveles profundos. En suelos con subsuelo arcilloso, como lo son prácticamente todos los cultivables de nuestro departamento, este flujo es insignificante, por lo que las reservas de agua profunda no se enriquecen ni se contaminan en estas áreas.

El suelo humífero, vale decir los primeros 20 hasta 120 cm de profundidad, pueden almacenar desde 30 hasta 300 lts de agua por metro cuadrado.

Muchas obras de la Ingeniería Civil pueden realizarse para regular los cursos de agua. Las represas de regulación solo se justificarían si el agua acumulada es aprovechable en forma rentable. Los pólderes o taipas, que estaban en las inquietudes de Canela y que Mauri puso en práctica en Rincón de Carballo, son de resolución complicada.

El dragado, aumentando el caudal central de río, es relativamente sencillo, cuidando no generar albardones que generen bañados y existiendo la posibilidad de comercializar arena, gravilla, etc.

Mantener la caminería con cunetas empastadas es muy importante. También, en los nuevos trazados, se debe procurar el menor declive, con cunetas lo más anchas posible.

En el área de la Hidrografía se debería monitorear el caudal del río desde sus nacientes y a varios niveles, posibilitando conocer mejor el funcionamiento de la cuenca en relación a las precipitaciones y permitiendo la advertencia temprana de los riesgos.


La Ingeniería Agronómica debe actuar en relación a lo expresado respecto al manejo del suelo y la cobertura vegetal, lo que significa acciones a nivel predial.

En el caso del Rio San José, se hace imprescindible la acción conjunta con la Intendencia de Flores.  Los límites políticos del territorio entorpecen muchas veces el desarrollo de planes para la conservación de los recursos naturales.

Sería muy importante generar autoridades reguladoras de cuenca, que permita coordinar la acción complementaria de Intendencias, Municipios, Ministerios, la Enseñanza en general y la Universidad en particular, así como del sector privado.

Se debe abordar las acciones desagregando el territorio en Microcuencas y transitar el camino de los incentivos y no de las multas. Hace ya tiempo que no observamos nada en ese sentido.
[JC1] [JC2] [JC3] 
  El concepto de límite político, vale para países, departamentos y también para las divisiones prediales.  

La cima de nuestra cuenca de 360000 ha, en la Cuchilla Grande, presenta suelos agrícolas limo arcillosos y es de poca extensión, menos de 10%.  Las acciones regulatorias allí, pasan por promover prevalencia de una mayor cobertura, en tiempo y espacio en las rotaciones, laboreos a nivel y terrazas si es necesario, maximizar tajamares, mantener desagües empastados y una caminería predial de mínima pendiente. En resumen, hacer conservación de suelos y aguas.

El área mayoritaria de la cuenca alta, característica del Basamento Cristalino, Zona 5 CIDE, los 5 del CONEAT, que representa aproximadamente 40% de la misma, es de suelos gravillosos, con rocosidad, de fuertes pendientes, utilizados pastorilmente en gran proporción. Aquí para las escasas áreas cultivables vale lo expresado anteriormente. Los sitios praderizados, natural o artificialmente, pueden mejorar el “paraguas” vegetal desarrollando silvopastoreo, que puede incluir tres de los principales rubros para la economía del país, carne, madera y también lácteos y porque no, nuevos rubros frutícolas. 
Fijar límites para ese uso forestal es una mala idea.

Esta zona del Cristalino tiene una intensa red de cursos menores de agua que al crecer como cañadas o arroyos presentan inundaciones de pocas horas.

La cueca media, alrededor de 35% del área receptora de agua, típica de zonas como González, Chamizo, Mundo Azul, es de tierras con mucha historia agrícola, con suelos muy castigados por la erosión. Aquí deben combinarse todas las alternativas mencionadas, poniendo especial atención en la recuperación de cárcavas, las que muchas veces pueden ser ocupadas por un tajamar. La retención de los efluentes de los tambos, preferentemente con barreras vivas, apunta en ese mismo sentido.

En esta zona, más que en otras de cultivos, es importante avanzar en manejo con terrazas, combinadas con cercas móviles eléctricas que vayan sustituyendo los alambrados fijos y permitan utilizar más tierra y manejar mejor los escurrimientos de agua. Si se recurre a las terrazas, éstas deben estar diseñadas profesionalmente y mantenidas sin el menor descuido.

A esta altura la planicie de inundación del río se expande y las crecidas se incrementan en afectación y duración. Al costear la ciudad, el aporte del Carreta Quemada multiplica los efectos.

La cuenca baja, con suelos cultivables, donde subyace la Formación Raigón, como sucede en Cañada Grande y Rincón de la Torre, ya no afecta las crecidas en la ciudad y el régimen hídrico pasa a depender más de los niveles del Santa Lucía y el Plata.

La suma de todas estas medidas, por lo general de mediano y largo plazo, mitigarán las inundaciones en un porcentaje difícil de estimar, poco espectacular, aunque serán muy efectivas en la conservación del medio ambiente productivo.

Manejar la cuenca de acuerdo a sus aptitudes, conociendo sus limitantes y virtudes es además de conservar, hacer Ordenamiento Territorial.
Para que eso sea posible es necesario mantener las siempre mencionadas y pocas veces ejecutadas “Políticas de Estado”. El país invirtió tiempo y dinero a principios de este siglo en el Plan Nacional de Lucha Contra la Desertificación y la Sequía, que sigue conceptualmente lo aquí expresado, pero nunca avanzó en su desarrollo.

En el siglo pasado fue enorme el progreso en el conocimiento de los recursos naturales. El desafío en este siglo, potenciado por los avances tecnológicos, será el de aprovechar al máximo este patrimonio cultural.
Hacer clic aqui para ver Plan de Acción Nacional  










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