Las cosas han cambiado en los últimos 60 años, en la ciudad y en el campo. De los caminos de greda al balastro, de los carros a los autos, de las parvas al silo-pack, del carpido al glifosato, de la avena a la soja, de la spica al directv, de la lata de ahorros a la moneda virtual, de los rancheríos al Mevir. En busca de una vida más cómoda, las necesidades fueron creciendo. Bienvenidas la mayoría de ellas, naturales a la evolución del ser humano. Otras exacerbadas por la propaganda, las exigencias de los intercambios comerciales, donde vendemos alimentos y compramos chatarra, la oferta de plata fácil y cara y los falsos estatus. Lo que sigue sin cambiar, es el costo de la Tierra para el que la trabaja, como pequeña y mediana empresa. Sabemos de la dificultad para los que se inician, con oficio de tambero, viticultor, horticultor, quesero, ganadero, cuando la división del campo paterno no da para todos. Creemos que la carga del arrendamiento es la más pesada, porque es cróni...