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Mostrando entradas de octubre, 2018

UN TREN CON EL RUMBO DEL SOL

El riel tiene, sobre la mayoría de la gente, una atracción especial. El Montevideo de mi niñez era, entre otras cosas, muy diferente del actual, gracias al encanto del tranvía. El especial destino E, a La Barra de Santa Lucía, toda una aventura.   No pude ver otro, que cruzaba la ciudad hasta Manga, bordeando el hipódromo y que dejó relictos, escondidos entre baldíos, como en Guerra y Shaw, o el puente en la calle La Paz. De mi más lejana memoria, rescato la enorme máquina a vapor cortando una masa de langostas por los campos de Tacuarembó. Mi mayor convivencia con los rieles fue hacia el Este. Con ellas memoricé estaciones olvidadas, Luis Lasala, Sosa Díaz, Piedras de Afilar, Repecho, Abra de Perdomo. También los arroyos que, según mi abuelo, medían su caudal según el volumen del sordo rumor que el tren le sacaba al puente.   O el avance por los cerros, hendiendo rocas con un agudo chirrido, que movía el penacho de los pajonales.   Dejando gente desconocida